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La espera

Parece que la tierra ha empezado sacudirse y todo se complica. Los huracanes hicieron subir el costo del combustible ahora inalcanzable y se volvió una rareza. Ya no se oyen aviones en el cielo ni carros por las calles y circula por internet una amenaza de atentados terroristas contra cualquier creación humana que vuele, sin necesidad de terroristas vivos sino a través de virus informáticos. La alternativa se limita a eternos viajes en bus, con tiquetes astronómicamente costosos por lo de la escasez del combustible y para interminables recorridos por tierra. Los barcos han vuelto a ser el medio escogido para viajes intercontinentales y la hazaña de Lindberg es impensable para aquellos quienes lograron enviar seres humanos al espacio y traerlos de vuelta.

El astronauta lo lee en su pantalla de comunicación desde la estación espacial en órbita, añorando el regreso aunque su destino es permanecer solitario sin saber cuánto tiempo más. Por todos estos acontecimientos los viajes de cohetes y transbordadores están suspendidos, añadiendo que el último terminó en un desgracido accidente en el que la nave se incineró durante su reingreso a la atmósfera. Nunca ha creído en extraterrestres pero por ahora su única deseeperada esperanza de regresar a la tierra es que un plato volador lo saque de su cárcel espacial y con la supuesta avanzada tecnología en su poder lo lleve de regreso al planeta en caos aunque al fin y al cabo el único que conoce. Tiene comida y aire suficentes para meses y la estación está preparada para mantenerlo allí. Consume su inacabable tiempo recibiendo noticias de la tierra por internet ante la inmensidad del espacio que pasa por las ventanillas de la estación, ansiando ver acercarse la nave salvadora que lo lleve de vuelta allá abajo.

Su única opción es esperar por un lapso que podría estarse convirtiendo en el resto de sus días. Aunque no hay garantía que la humanidad sobre la tierra dure más tiempo del que pude durar él en su estación.

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