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Regresar por El Dorado

Texto preparado para la convocatoria Bogotá por Bogotá

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Llegas desde algún país extranjero después un largo viaje. Fatigado como nunca sales del avión y te introduces en un largo, estrecho, caluroso e incómodo túnel que un par de horas después te llevará frente al funcionario de la inmigración que te sellará el pasaporte. Tu viaje empezó mucho antes de abordar el avión porque debiste presentarte al mostrador de la aerolínea varias horas antes de abordar. Tal vez en ese proceso tuviste que arrastrar por un tiempo tus maletas atiborradas de regalos, así que en el momento que desciendes en Bogotá, el agotamiento es visible. No solo eres tú; si miras a tus vecinos, provenientes de tu mismo vuelo, o tal vez de algún otro, verás que es casi una enfermedad contagiosa. No es culpa de los funcionarios de El Dorado pero ellos no se esfuerzan en hacerte amable el regreso.

Tal vez durante las extensas decenas de minutos en medio de un tumulto que no tiene forma, sientes los deseos apremiantes de ir al baño. No puedes entregar a ningún desconocido tu equipaje; tal vez se pierda algo. Pero si tienes compañía puedes ir a buscar el único baño del pasillo y esperar turno para que te den autorización de cumplir con tu urgencia. Al final del túnel que resultó ser un embudo, el pasillo se abre y en frente tienes muchas ventanillas donde podrías hacer inmigración, aunque la mayoría vacías. El hecho es que de una montonera pasas a formar unas filas incómodas, en un espacio corto que no da la posibilidad de hacerlas tan largas y paralelas como debieran. De unos meses para acá ha cambiado un poco. Ahora haces fila haciendo parte de una interminable serpiente que se retuerce aunque te demoras el mismo tiempo. Es mejor que no pienses cuánto llevas en este proceso ni en la espera de tu familia que vino a recogerte. Tampoco en las posibilidades que ha tenido tu equipaje de ser saqueado.

Cuando vas a tomar tu equipaje de las bandas te das cuenta que no has llenado el formulario de impuestos que tienes que entregar al cruzar el semáforo qué esta vez tampoco funciona. Entonces quedas al libre designio del agente que te revisa y te envía a que pases tus maletotas por un aparato de rayos x que las escarba sin tocarlas. Pero hay que subirlas a una máquina bastante incómoda y nadie te ayuda. Los empleados del aeropuerto son indolentes a tu cansancio y los otros viajeros están tan embolatados como tú. Rezas para que no te envíen a la mesa de revisión manual porque recuerdas el tiempo que demoraste empacando tu ropa sucia y los regalos. Cuando de la boca del monstruoso aparato sale tu equipaje aparece un amable personaje de uniforme horrible que se ofrece a llevar tus maletas hasta el vehículo.

Finalmente te recibe el aire frío de la noche, tus familiares de verdad se alegran de verte (porque ya pronto dejarán de aguantar frío). Alguno va al parqueadero a pagar por el carro. Pero el personaje “amable” que te llevaba el equipaje lo descarga en cualquier calzada y le hace mala cara a quien te acompaña porque solo le dio un billete de dos mil pesos. Por último, el auto es pequeño, tus maletas grandes y tanta gente que viene a recibirte hace que no sea posible que todo y todos quepan en él. Así, en dos carros, uno de ellos un taxi que sabes oneroso, te diriges finalmente a casa por la hermosa avenida a El Dorado.

Comentarios

Unknown dijo…
que vacano....amo la venida el dorado, es mi ruta diaria desde y hacia la universidad y esa sensacion de volver al terruño un bonita, a pesar so toda su dosis de caos....
Mazo dijo…
Mauricio, lo que yo recuerdo de El Dorado son los tiemos de espera en la librería con café obligado, elproblema es qu elos qu ellegan no tiene derecho sino a filas y calles y taxis y gente apretada. tendría que ser más amable el nuevo aeropuerto con las personas que llegan. Un saludo
Anónimo dijo…
Todo eso, digo yo, es para que vayamos sabiendo lo que nos espera en los infiernos..
OjO al Texto dijo…
Exacto, noemí, el infierno no es otra cosa que un inmenso aeropuerto por donde tenemos que arrastrar maletas continuamente mientras hacemos colas interminables e indeterminadas je je je.